La principal acción ejecutiva del dueño o director de una empresa es el mando, lo cual implica saber dirigir, saber gobernar. El director es ante todo un descubridor de personas: conocer los talentos y cualidades de su equipo para saber colocar a cada persona en el lugar en que mejores resultados pueda dar. La labor de mando implica hacer trabajar; pero el buen director sabe hacer trabajar a los demás con orden y alegría.
No basta hacer que los demás hagan y darles rumbo. Hacerlos trabajar no en cualquier sitio, sino en el lugar más adecuado; con paciencia, pues primero hay que descubrir a las personas, capacitarlas y formarlas para que den lo mejor de sí. Para ello el director requiere prudencia y sabiduría que implica la capacidad de observar, buscar y descubrir. Y luego, como la abeja, ser consistente: recoger, aprender, construir y almacenar en bien de nuestro equipo, una y otra vez.
Hacer trabajar con orden y alegría. Una de las finalidades primarias del gobierno en la empresa es que la gente esté motivada, contenta, para dar lo mejor de sí. Gobierno fatal: la eficacia pero la gente con tristeza o enojo.
Orden.
No sólo el orden personal, sino también el de los demás. Para esto, mantener con claridad el orden de objetivos (visión, misión, valores, metas) y, dentro de éste, el orden de los objetivos de las personas para que sepan qué hacer y a dónde van. El resto, los activos de la empresa y la información, tienen importancia en la medida en que ayudan al objetivo de la organización. Peligro: el afán de eficacia y conseguir resultados al margen de las personas.
Hacer trabajar con orden: orientar, animar, exigir, para que cada uno asuma su responsabilidad y los problemas que les corresponden y no se solapen las funciones. Aquí hay un asunto de importancia: las metas personales deben estar alineadas a las metas de la organización. El orden nos lleva a la unidad, a saber trabajar en equipo, con la jerarquía clara. Así se podrá respirar un ambiente de trabajo intenso y de equipo en sinergia.
Si hay orden habrá paz y armonía. Si falta, todo serán urgencias, acelerones y frenos: Viviremos apagando incendios.
Junto con la prudencia hay dos virtudes importantes, que unen el hacer trabajar con orden y alegría: la fortaleza y la caridad. Con ellas sabremos comprender a las personas y sabremos exigir con constancia, sacando lo mejor de cada uno, hasta alcanzar las metas.
Alegría.
Lo más importante es la paz y equilibrio en las personas: de ahí procede la alegría. En las reuniones de trabajo procurar ser positivos y optimistas, sin caer en la ingenuidad o en un falso conformismo. Reconocer los problemas y dificultades, pero el tono general debe ser de ánimo e impulso que produzca alegría. El director no puede ser alguien que se la pase echando el mal de ojo, que vigila con recelo, que sea gris y cenizo en su trabajo. Aprender a ver antes lo positivo que lo negativo, tanto de las personas como de los proyectos.
El director debe saber sonreír, felicitar los logros de su equipo, celebrar los resultados. Ser noble, atento y accesible, no afirmando su autoridad por medio de la distancia. Dar confianza: un gobierno fundado en la desconfianza va mal.
Hay que mostrar que se confía en la gente. Así será más fácil y rápido superar los problemas y alcanzar los objetivos de la empresa.
Líderes: cómo pueden conectarse con su gente
Escuchar
Un buen líder siempre está más dispuesto a escuchar que a hablar. Son personas seguras, tranquilas, equilibradas. No sienten la necesidad de alardear sobre sus logros sino que están más interesados en escuchar a sus interlocutores, saber qué hacen y por qué lo hacen. Pueden tratarse de grandes empresarios, artistas o jóvenes emprendedores, los buenos líderes quieren saber sobre ellos. Si quieres ser un buen líder, presta tu oído a escuchar y si en una conversación no se te da la oportunidad de hablar de ti, no te preocupes, la otra persona se habrá sentido muy a gusto contigo, y seguramente buscará volver a contactarte para saber más de ti y lo que haces.
Crear confianza
Los buenos líderes son personas que tienen confianza en sí mismos y por ende, buscaran que las personas que están a su alrededor tengan también confianza en sí mismos. Para lograrlo, les delegarán tareas, confiaran en sus reportes y recomendaciones y los colocarán en práctica. Cuando uno muestra confianza en otros, automáticamente, esa persona confiará en uno. Se creará una conexión difícil de romper.
Los buenos líderes buscan sentarse a conversar con su gente, uno por uno y también en grupo. Tratan de pasar tiempo juntos, bien sea en ambientes formales de trabajo, como en ambientes informales, como paseos y reuniones sociales.
Pregúntate, ¿cómo puedo crear relaciones de confianza con mi equipo de trabajo?
Insistir y persistir
Por lo general, las personas no están acostumbradas a tener un mentor, alguien que les ayude o apoye a seguir creciendo, pero tener un mentor ofrece grandes ventajas. Los buenos líderes no sólo se interesan porque su equipo haga bien lo que tiene que hacer, sino que buscan convertirse en sus mentores. Quieren ayudarles a crecer y que lleguen a su máximo potencial.
Es por eso que insisten en tener un acercamiento con su gente; los llaman por teléfono para conversar sobre cualquier tema, bien sea del trabajo o personal, se recuerdan de sus cumpleaños, los animan a seguir sus sueños personales, se interesan por saber cómo va su crecimiento. Los buenos líderes insisten, tratando de superar esa barrera de desconfianza que naturalmente puede existir entre su equipo y su figura de líder.
Sé el mejor líder que puedes ser y empieza a conectarte más con el corazón de cada uno de los líderes potenciales de tu equipo!
Este artículo recoge opiniones y conocimientos de Fernando Herrera Morones.
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